Lo simbólico y lo real por La Madre Tierra.

Amílcar Espinoza

Nicaragua, país donde los parloteos de “Vivir Bonito” sólo sirven para crear una falsa conciencia. Nada más incongruente entre lo discursivo y la acción. Las corporaciones transnacionales dictan las reglas para fortalecer el modelo de economía de enclave. La desinstitucionalización atenta contra la autonomía, la capacidad reflexiva y el carácter técnico que deben tener importantes actores como lo son las universidades. El mejor ejemplo se observa con la maquinaria que se abalanza contra el profesor Salvador Montenegro Guillén, director fundador del CIRA-UNAN Managua, por negarse a ser un vocero del capital chino que impulsa el Gran Canal Interoceánico, como lo hacen pusilánimes personajes que hablan en nombre de la academia y otros que aún se autodenominan ambientalistas.

Ejercer control y poder sobre instituciones académicas y organizaciones que agitan banderas ambientalistas es una de las tantas formas para “disciplinar” y “moldear” estructuras de pensamiento. Sólo son parte de las mentiras de una Nicaragua “más equitativa” con “restitución de derechos”.

La ética e independencia de criterio en un verdadero investigador e investigadora constituye un obstáculo para quienes sólo esperan obediencia y silencio. Sólo un planteamiento científico y técnico garantiza las pautas que permitan vislumbrar posibles escenarios ante proyectos que por su naturaleza representan una amenaza. En cambio, una ficha política para ocupar un puesto académico y/o técnico es la manera más eficaz para todo aval que conlleve a la insustentabilidad ambiental.

Actores que se lucen en su papel ejecutivo “mal pagado”, como argumentan algunos, o ambientalistas a sueldo que defienden el proyecto del Gran Canal Interoceánico no pueden ser vistos como agentes claves para un cambio social. Los verdaderos hombres y mujeres académicos son aquellos que inspiran para luchar por una sociedad más justa, desde una ética ambiental y pueden aspirar a la construcción de un mundo alternativo.

Ser hombre o mujer de ciencia requiere solvencia para enfrentar las falacias del economicismo convencional en sus nuevas formas de capitalismo mercantil expresado en un nuevo orden de “ecología global”.

La falsa conciencia ecológica demanda el silencio, complicidad e indiferencia para avanzar en el proceso de construcción de imaginarios de una madre tierra a la que se protege y enaltece en cada monólogo propagado de forma viral en la red de redes construida para llevar un solo mensaje; el mensaje de un “buen vivir o vivir bien”, una contradicción total con la verdadera cosmovisión de los pueblos que defienden sus territorios y sus recursos.